Harry Potter, Crepúsculo, Transformers, La era del hielo, la película anual de Pixar… son algunas franquicias de películas más exitosas de los últimos años, pese a no ser las favoritas de la crítica. Todas ellas lanzaron una entrega en el año 2009 y se esperaría que una de ellas se llevara el reconocimiento a la película más taquillera del año; sin embargo, el director de Terminator 2 y Titanic tenía un proyecto de la mano de la productora FOX para colarse en las listas con una nueva ¿franquicia?
James Cameron ofreció una experiencia visual sin precedente con el estreno de Avatar. La historia de cómo los humanos llegan a un planeta a extraer recursos naturales mientras los nativos se dan cuenta de los daños que sus visitantes provocan a su hogar, entrando en una guerra (sí, un argumento parecido a Pocahontas). Si tomamos la recaudación de las tres películas que vendieron más en 2009, sin contar a la obra de Cameron, lograríamos tener diez millones de dólares más de que lo que obtuvo Avatar. Fue algo asombroso: los espectadores salían de las salas aplaudiendo el detalle de planeta de Pandora que, acompañado del desarrollo especial en aspectos técnicos para poder disfrutarla en un 3D envolvente, hizo que la película se convirtiera en la más taquillera de la historia con 2.749 millones de dólares (2.922 si contamos su re-estreno).
Luego de 13 años, donde vimos una nueva trilogía de Star Wars, un universo cinematográfico con Marvel de más de 20 películas y una pandemia que nos sacó de las salas de cine, James Cameron abre al público los arrecifes cristalinos de se encuentran en Pandora, para que nos sumerjamos, nuevamente, en el mundo de Avatar, acompañado de una invitación a ir masivamente a los teatros. Y no llega sola, pues parte de la campaña de publicidad ha sido que “El camino del agua” dará paso a otras tres películas basadas en el mismo concepto para intentar capturar la atención del público con una nueva saga a la que estar pendiente en cada año.
Dicen en la industria que una secuela tiene que ahondar en el mundo propuesto y explorar nuevas narrativas, porque si no se repite la historia. Ese es el problema de Avatar 2: nos cuenta lo mismo que ya vimos. A grandes rasgos, los humanos que fueron expulsados de Pandora vuelven para asentar la tierra donde se iniciará una nueva colonia, y será trabajo Jack Sully defender a su nueva familia de los peligros que trae la invasión. Una reedición de la película de 2009 pero que ahora transcurre en el océano y no en la selva. Y no solo lo decimos en este medio, la polémica ha llegado a varios escenarios donde se reconoce la falta de argumento para una cinta de tres horas de duración. ¿Y qué veremos en ese tiempo?
Los puntos fuertes de la película son tres. Por un lado, la acción es emocionante, rápida, con ritmo y visualmente convincente (sobre todo en estos días de efectos visuales hechos con afán), dejándonos ver momentos de cine bélico con grandes explosiones y coreografías de pelea bien trabajadas. La sub narrativa de la familia va a estar presente en todo momento, pues Jake Sully ahora es padre y tendrá que lidiar con las consecuencias de la desobediencia de sus hijos, tratando de enfatizar el mensaje de la unión familiar; incluso hay un momento donde se cuestiona la relación de un “hijo no legítimo” donde se plantea un gran debate moral. Finalmente, la puesta visual es el eje de esta película, pues los escenarios son tan atractivos que buscan seducir al espectador en la verosimilitud de ese mundo fantástico; los animales, los corales, las flores, las naves… sientes que estás viendo un documental y no una película, pero esto último es la más gran debilidad del proyecto.
Tres horas sentados en el teatro es mucho tiempo si lo que vemos no es suficientemente dinámico, y puede suceder que la película se deje llevar por sus propias imágenes y olvide darle cuerda a la historia que trata de contar. Se gasta mucho tiempo introduciéndonos a un mundo que ya conocíamos del 2009 y te lleva a preguntar ¿Dónde está la amenaza? y empiezas a necesitar acción. Necesitas saber dónde está el coronel Quaritch, el antagonista, pero en vez de eso continuamos viendo los mismos escenarios donde llevamos varios minutos. El cine no es por el escenario, sino por su historia. El escenario es una herramienta, un medio; no un fin en sí mismo.
Entonces surge la reflexión que daba Martin Scorssece sobre las películas de Marvel, donde la describía como “parques de diversiones” donde no había un interés en “transmitir” una “experiencia psicológica”. Esa descripción puede apelar a Avatar 2, pues ella misma es consciente de que su historia ya la hemos tragado durante toda la vida (directamente, si vimos la precuela) y prefiere concentrarse en los aspectos técnicos de los cuales goza. Avatar 2 pudo ahorrarse muchas secuencias documentalistas y desarrollar a sus personajes con secuencias más rápidas. Sobra ver ballenas por 15 minutos. Quizás sin eso la película habría sido más corta, contando la misma historia y su escenario no sería un ancla para el espectador.
Con todo eso, Avatar 2 se ha colado en la lista de nominaciones de la academia, no solo protagonizando las categorías técnicas donde sería justo que ganaran, sino también en la de mejor película. Será un reconocimiento a la trayectoria de Cameron, o un agradecimiento por devolver al público a las salas de cine (ignorando a Spiderman: Sin regreso a casa); pero su nominación en la categoría es producto del interés de la academia por nominar películas poco propositivas en narrativa, que fijo no ganan, pero que tratan de exaltar a un género de películas.
La reflexión final está enfocada en el concepto de franquicia, que nos lleva a hacer la pregunta ¿las siguientes tres secuelas también van a ser éxitos taquilleros como las dos precuelas? Y si lo son ¿también nos contarán la misma historia una y otra vez?